ENTREVISTA

“La Policía de Rosario bajó los brazos”

El primer jefe de Policía del gobierno de Perotti calificó de “calamitosa” la situación actual en seguridad. Aseguró que el exministro Marcelo Sain “no está en sus cabales” y que tuvo encontronazos por la compra de equipamiento: “Pedía cosas por antojos”.

El nombre de Víctor Sarnaglia, el primer jefe de Policía que tuvo Omar Perotti y que duró algo más de nueve meses en el cargo, vuelve a circular en la agenda pública. Ya sin el uniforme azul, que descansa en un ropero de su casa Fonavi del barrio El Pozo, en la ciudad capital, ahora viste de ciudadano común que probará suerte en la política. Integra el quinto lugar de la lista de precandidatos a diputados que encabeza el empresario cañadense Mauro Piva, bajo el sello de Viva la Libertad, un espacio que se referencia en Javier Milei.

Su experiencia en la (deteriorada) fuerza policial santafesina, de la que formó parte en distintas etapas y con diversos cargos, le da a Sarnaglia autoridad de sobra para hablar y ser oído con atención sobre inseguridad, el peor de los males que castiga a Rosario y buena parte del territorio provincial.

“Es una situación verdaderamente calamitosa”, sintetiza sin eufemismos para opinar sobre el estado actual de las cosas. “Hace pocos días se publicó una infografía sobre la inversión per cápita en seguridad y la provincia de Santa Fe, lamentablemente, está en el último lugar; o sea, es la provincia que menos inversión por habitante hace en materia de seguridad. Eso es tristísimo. Las consecuencias son las que estamos sufriendo y las que vamos a sufrir durante bastante tiempo”, agrega con lacónico pesimismo, en una extensa entrevista con CNN Radio Rosario.

—Hay versiones sobre que la Policía rosarina bajó los brazos: usted, hombre de la fuerza, ¿qué piensa al respecto?
—Sí, por supuesto, la Policía ha bajado los brazos. Tenemos un problema de incorporación, más de la mitad de los policías de Rosario no son de Rosario; es gente que tiene que viajar 300… 500 kilómetros, ya llegan cansados, tienen un bajo sueldo y muy mala capacitación. Además hay un problema con el Ministerio Público de la Acusación, que al parecer tiene cierta animadversión: hay efectivos a los que tienen detenidos varios días por una investigación y después les dicen “Ah, no, no había nada…”. Entonces tenemos una Policía que, al menos, está a la defensiva y no a la ofensiva como debiera estar contra las organizaciones criminales.

—¿Hay apenas 60 o 70 patrulleros en Rosario?
—Por empezar, hay muchos móviles que están funcionando con choferes que vienen en comisión de las unidades regionales del norte que no saben dónde queda el Monumento a la Bandera. Eso es una realidad. En 2001, cuando fui subinterventor de la Unidad Regional II con el comisario general (Ricardo) Milicic como jefe, teníamos que tener de manera constante 75 móviles en la calle con tanques llenos. Estamos hablando de 2001… Pasaron los años y tenemos menos, es una locura.

—¿Qué opinión tiene del ministro Brilloni?
—Yo tenía el antecedente de que era un buen comandante general de Gendarmería. Ahora, Gendarmería es una cosa y la Policía de la provincia de Santa Fe es otra cosa.

—¿Son diferentes?
—Sí, muy diferentes. La Policía tiene una idiosincrasia diferente a la de Gendarmería, ocupaciones diferentes. La Gendarmería no hace seguridad cotidiana, que es lo que debería estar haciendo en este momento la Policía, que no la hace. Tampoco hace antibanditismo. Acá estamos hablando de los muertos que produce el narcotráfico y nos hemos olvidado de lo básico, una teoría del año 58, la de las ventanas rotas, que se aplicó en Nueva York con muchísima efectividad. Estuve en la jefatura de Nueva York en algún momento. En este momento tenemos que empezar por lo pequeño e ir por lo más grande. Y lo pequeño es la seguridad del vecino de todos los días, de la gente que va a tomar el colectivo para ir a trabajar, para ir a estudiar, tenemos que empezar por eso e ir luego por las bandas. Como dije antes, yo lo denuncié en el año 96 públicamente en un hotel de Rosario, presenté este informe: Rosario estaba condenada a esto por los tratados internacionales que tenemos con Paraguay y Bolivia, por el poder adquisitivo que tiene la ciudad. Tenemos un problema de narcotráfico y no encuentro, cada vez que visito Rosario, un cartel del municipio, de la provincia, de la Nación que diga “no a la droga”. O sea, si hay consumidores va a haber narcotráfico, si hay narcotráfico hay banda y si hay bandas hay muertos. Entonces empecemos por lo mínimo, evitemos el consumo. No vale de nada hacer, como proponía (Marcelo) Sain, las grandes investigaciones de narcotráfico si no damos seguridad cotidiana y si no evitamos las adicciones.

—¿Qué puede decir de Sain?
—Puedo decir que de tener 5-10 de presión arterial pasé a 9-15 y entonces me tuve que ir. Es una persona que para mí no está en sus cabales. Están pendientes los 99 expedientes que le envié durante 9 meses, 99 expedientes para cambiar esta situación y no me sacó uno, ¡ni uno!

—¿Por qué?
—Porque estaba en otra cosa, el hombre estaba pensando en otra cosa… Un tipo muy astuto pero no inteligente…

—¿Estaba pensando en los carpetazos?
—Claro, estaba dedicado a esas cosas. Conmigo tuvo graves diferencias por la compra de equipamiento, quería imponer determinadas compras que como jefe de Policía no estaba dispuesto a firmar los expedientes. Entonces los generaron ellos en el Ministerio y ahora están procesados.

—¿Qué cosas quería comprar y usted no avalaba?
—Las armas, las motos, la calidad de las camionetas, las compras de cubierta que nunca se hicieron.

—¿Todas cosas de mala calidad?
—Pedía cosas por antojo. Por ejemplo, dijo un día de comprar motos Yamaha 800. Entonces cité a todos los jefes de Motorizada de la provincia y preguntarles para su función qué tipo de moto necesitaban, porque son los que saben. Nadie pidió Yamaha 800 y él se enojó conmigo porque yo consulté a los jefes de la Motorizada.

—No consultaba…
—Sí, es una cosa de loco. No es el ministro quien decide qué se usa, es el usuario. Peleamos porque tenía una gran cantidad de móviles fuera de servicio y me manejé directamente con el gobernador para pedirle la plata. Bueno, en realidad, el gobernador me llama un sábado y me pregunta, “¿Víctor, qué pasa que no estamos patrullando?” Le contesto que los móviles no tienen cubiertas y que tenemos ciento y pico de móviles rotos. Entonces me responde: “Pero si yo deposité 200 millones”. Yo como jefe de Policía no vi esa plata, que estaba parada en el Ministerio. Me dice, “el lunes te deposito 200 millones”. Yo pensé, “no, no me los va a depositar”. ¡Me los depositó y nunca los vi! Estamos hablando de enero, febrero de 2020. Esos 400 millones estuvieron disponibles para el Ministerio recién en octubre de 2021.

Casi dos años parados… ¿por qué?
—No sé. Sain es un hombre que por sus cuestiones personales odia a la Policía. Su padre fue suboficial de la Policía Federal. Él odia a la Policía. Presentó en la Legislatura un proyecto de ley, para mí nefasto, que al final nunca se trató. Él quería que la Policía anduviese lo peor posible para decir, “yo hice la gran reforma”. Es una suposición mía. Que me perdone Sain si me equivoco. En una de esas él tenía las mejores intenciones, pero con buenas intenciones se ha hecho el camino al infierno. O sea, hemos tenido tres años y medio de muy buenas intenciones, pero resulta que cada día hay más inseguridad y más muertos. En esto englobo a todos los ministros, incluido el comandante Brilloni. ¿Cuáles son los resultados? Habla la realidad, la evidencia empírica, que dice que cada vez estamos peor. Las explicaciones no sirven. Si vos mañana contratás a una persona para que limpie en tu casa y no limpia, ¿qué hacés? ¿La echás? Bueno. ¿Qué hacemos con los ministros, los subsecretarios, los secretarios, los jefes de Policía?

—¿Cómo explica que sea habitual que cuando desarticulan una banda mafiosa aparezca metido un policía?
—Si habláramos de una banda mafiosa tendríamos que pensar que hay un plan. Si hay un plan, hay gente pensando. Y la verdad que yo no creo eso.

—Pero es común ver que aparece un policía como parte del engranaje de esas bandas…
—Toda esta gran corrupción a nivel nacional y a nivel de los gobiernos provinciales da un mensaje: robar no está mal. O sea, la corrupción se ha metido en nuestra cultura. Y no solamente en la cultura del policía. La Policía no es una isla en la sociedad. La Policía se maneja con la misma pauta cultural que el resto de la sociedad. Un problema de selección en el ingreso y de formación, aumentándole la cuestión salarial, deja la puerta abierta a cualquier tipo de cosas. A cualquier tipo de cosas porque no está tan mal. Los condenados son pocos. Aquí habría que ser mucho más taxativo. La Policía ha perdido la disciplina y la capacitación. Y como el ofrecimiento es poco, no se selecciona gente con autodisciplina. Porque el primer control, como en una fábrica, es el que fabrica. O sea, el primer control debe ser el policía. Entonces hay que seleccionar e incorporar gente que tenga ese autocontrol.

—Se dice habitualmente que no hay enfrentamientos entre policías y delincuentes. ¿Si no hay enfrentamientos, hay connivencia?
—El que patrulla mirando para otro lado, porque sabe que no sabe, porque tiene miedo, porque no va a ir preso por 2 pesos con 50, ese también es corrupto, porque la corrupción es la desnaturalización de algo. Un periodista que no investiga y no dice la verdad es corrupto. Un médico que no cura es un corrupto. Un policía que no cuida, que me disculpen mis colegas, es corrupto. El policía está para cuidar, pero el policía hoy, con el cambio de sistema a partir del año 2006, en que el ministro maneja todo, sabe que su patrón es el ministro, no es el vecino. Entonces la verdad que la opinión del vecino me importa un corno. Yo tengo que dejar contento al ministro. ¿Cómo lo dejo contento? ¿Y qué sé yo? Hay mil formas de dejarlo contento. Verso, todo un verso. Discúlpenme que sea tan crudo, pero por eso decía que hay que cambiar el paradigma. La policía al servicio del vecino, no al servicio del gobierno.

—¿El policía que levanta un arma para defenderse o para perseguir a alguien se compra un problema?
—Sí, absolutamente. Por eso no usan el arma. Primero porque no las saben usar. La Policía tiene dos polígonos, los dos en Rosario. La TOE no tiene polígono. Ninguna Unidad Regional tiene polígono. Un policía de comisaría de la ciudad de Buenos Aires gasta 500 cartuchos al año. Un policía de fuerza especial, gasta 1.000 al año por arma. Cuando me hice de la Policía el stock de munición era de 24.000 tiros para 22.000 policías. ¡Un cartucho por policía! Es una locura. Están tratando de adivinar de dónde vienen las armas. Están culpando a los legítimos usuarios, a las armerías, a los policías… Culpan sin evidencia porque si no tendrían que estar presos.

—¿De dónde salen las armas de las bandas?
—El narcotráfico tiene plata. En los años 90 se han secuestrado armas con el sello de la Fuerza Armada Venezolana. O sea, cuando hay guita, siempre va a haber armas. Acá el problema no son las armas, sino la violencia.

—¿Existe la plata negra que llega a la Policía desde el juego clandestino, del narcotráfico? —Plata negra ha habido siempre. En mi gestión, al jefe de Policía no llegó y el jefe de Policía no dejaba que se produjera. Por supuesto, siempre hay un pícaro. Ahora justamente me inventan un papelito donde decía que a mí me daban plata.

—Claro, su apellido figuraba en unos cuadernitos…
—No mi apellido, pero decía “Sarna”. Si me inculpan por eso, es fácil. ¿Dónde vivo? En un Fonavi, hermano, vivo. En un Fonavi donde el señor gobernador, cuando fue a tomar mate conmigo, se tuvo que sentar en un sillón plegable porque yo no tengo living. Pagué mi Fonavi en 300 cuotas. Todo el mundo sabe dónde vivo. Los movileros en Santa Fe van a mi casa. Es fácil. Mirá los oros que tengo… ¿Por qué aparece ese papelito? Además, aparece primero en el diario La Nación y después sale en el resto de los lugares. Yo he hecho investigaciones y al imputado lo cito último para tomarle un simple interrogatorio sumario o indagatoria. Primero investigo. Pero acá me llaman a mí primero y me pregunta: “¿Usted se lleva la plata?”. ¿Y qué le voy a decir yo? ¡Que no! ¿Y la investigación dónde está? ¿Y la aclaración que, según los fiscales, iban a hacer? Peiti dijo que no me conocía.

—¿Lo conocía a Traferri?
—(No responde y retoma la respuesta anterior) Pero me corrieron. Me sacaron. Si a eso le sumás el problema de los expedientes y compra de armas, de las motos, ¿por qué me corrieron? ¿Para hacer qué? ¿Carpetas? ¿O alguna otra cosa?

—Hace años que los fiscales denuncian que desde las cárceles se planifican los delitos que, sobre todo, azotan Rosario. ¿Por qué no se pueden controlar las cárceles?
—Según la criminología, una persona deja de delinquir por tres cosas: la posibilidad cierta de que la descubran, la posibilidad cierta de que la detengan y la posibilidad cierta de que cumpla la condena. Descubrirla, ante la baja capacitación de la Policía, es difícil; que la detengan… la mayor parte de los delitos son excarcelables; y que cumpla la condena… resulta que hacen un curso de corte y confección y otro de cocina y después salen a dar conferencias en la Facultad.

—Pero ya están en las cárceles y desde las cárceles planean los delitos.
—Si la Policía está mal, el Servicio Penitenciario está peor. El Servicio Penitenciario no tiene adicional, es más, no tiene ley orgánica. Acá tenemos que tener una ley que disponga que en 24 horas cualquier detenido ya tiene que estar a disposición del Servicio Penitenciario. Entonces hoy tenemos a los policías cuidando a los presos de la comisaría y no cuidando a los vecinos.

—¿Por qué no hay infraestructura carcelaria?
—Bueno, que hagan cárceles. Que las hagan. Dicen “la cárcel no sirve para nada porque salen peor”. Bueno, modifíquenla, háganla mejor. Pero la cárcel sí sirve para algo. Sirve para separar al malo del bueno. Como decía Da Vinci: “Si ser malo no tiene castigo, ser bueno no tiene sentido”.