Jorge Colina es economista y preside el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).
Trabaja como consultor externo para empresas privadas, organizaciones empresarias, organismos internacionales y organismos no gubernamentales internacionales en tema de desarrollo humano y sustentable.
Y, por si fuera poco, es docente en el departamento de Economía de la Universidad Católica Argentina y en la Universidad Austral de Argentina.
Pero no es un economista que habla de inflación, leliqs, precio del dólar y gasto público (algo que podría hacer tranquilamente), sino que transmite conocimientos con visión política aplicada a la gestión pública.
En el caso de esta nota, Marcelo Fernández lo convocó para hablar de Salud (el sistema, el modelo) en nuestro país.
Hay que prestarle atención , es crack de verdad.
“En una economía tan inflacionaria no hay forma de que se salve a alguien en particular. Esto es una tormenta y afecta a todos, a algunos más que a otros. La salud se ve bastante más afectada porque es presa de la demagogia de los precios regulados”.
“La historia del desfinanciamiento de la salud privada comienza en 2018 con la crisis cambiaria, se recupera para 2019 pero justo viene la pandemia y allí empieza el congelamiento de los precios que se mantiene en los tres años siguientes. Este año se aplicaron dos fórmulas de ajustes de precios que sólo permiten no seguir perdiendo, pero no le dan margen para recuperarse. La medicina privada hoy está entre un 30 y 35 por ciento por debajo de términos reales de lo que estaba en diciembre de 2019”.
“El golpe de gracia lo recibió con el plan platita del excandidato presidencial (Massa), que decidió congelar las cuotas de las prepagas. Eso aceleró el desfinanciamiento. La medicina privada entrará al año que viene con un severo retraso con una inflación que será peor a la que tenemos”.
“El ajuste hoy se ve en las listas de espera para recibir atención o en el copago. La gente ve que todos los meses le aumenta la cuota pero para las empresas ese incremento no es suficiente, por lo que no puede aumentar los honorarios de los médicos, quienes entonces no quieren dar turno o si lo dan cobran un copago. Todos están mal en la salud privada. Por eso cayó mucho la calidad”.
“Si bien un tercio de la población argentina no tiene cobertura médica privada, hay mucha más gente que se atiende en el hospital público porque a más de la mitad de las obras sociales nacionales no les alcanza el recurso per cápita para brindar el paquete de prestaciones básicas que están obligadas a dar”.
“El hospital público ha sido, históricamente, la válvula de escape ante las deficiencias de las obras sociales y del sistema de prepagas”.
“A los prestadores les cuesta cada vez más pagar los insumos y conseguir mano de obra porque los jóvenes no quieren estudiar Medicina. Los que estudian Medicina quieren hacer especialidades que puedan darle una buena regulación. Hay problemas para conseguir profesionales que quieran hacer Pediatría de consultorio porque han sido muy castigados con sus honorarios”.
“El problema de las obras sociales sindicales son los sindicalistas, quienes consideran que los afiliados son de su propiedad. No los toman como aportantes que tienen derecho de elegir otra obra social. Entonces, los sindicalistas están siempre ejerciendo presión política para evitar que la gente tenga opciones. Con el gobierno de Alberto Fernández consiguieron que quienes empezaban en un nuevo empleo no pudieran elegir la obra social, y esto seguramente se caerá con el nuevo gobierno. Hemos llegado a la locura de que si una persona con obra social cambia de trabajo, tiene que aceptar la obra social que le corresponde por el convenio colectivo de su nuevo trabajo. Es algo dictatorial, autoritario”.
“La Superintendencia de Servicios de Salud, si bien trata de estar del lado del afiliado, termina casi capturada por los intereses de los sindicatos, que ven a las obras sociales como un mecanismo de financiamiento”.
“Hay que ordenar esta situación, “Hay que ordenar esta situación, profundizar la posibilidad de que la gente elija. También hay que tratar de hacer que los subsidios que reciben las obras sociales vayan directamente a los trabajadores de menores ingresos. La Superintendencia de Salud reparte muchos subsidios, que deberían enfocarse a elevar el ingreso per cápita de los trabajadores con salarios bajos. Lo que sucede hoy es que los subsidios van a las obras sociales sindicales como una forma de financiar a los sindicatos”.
“El Pami es el claro ejemplo de una obra social estructuralmente desfinanciada. El 67 por ciento de los afiliados tienen más de 60 años, que son los más demandantes de servicio médico. Dispone de una cantidad de dinero que triplica o cuadruplica a la de una obra social de activos”.
“Desde la pandemia para acá, Pami tuvo más plata que provino del Tesoro Nacional y del impuesto País, por eso siempre se sostiene que las autoridades de Pami podrían ofrecer más servicios. El impuesto País va a desaparecer cuando se normalice el sistema cambiario, entonces vamos a volver al viejo problema de Pami, que es su desfinanciamiento estructural”.
“El sistema de salud argentino es asistemático. La historia comienza con Perón cuando designa al doctor Carrillo como ministro de Salud, que busca imponer un sistema como el inglés, en el que todos los trabajadores de la salud son empleados del Estado y en Inglaterra todo el mundo se atiende en el sistema público: desde un linyera hasta el rey, desde que nacen hasta que mueren. Carrillo era un visionario. Pero luego Perón le da a los sindicatos el monopolio de la negociación colectiva, con lo cual los sindicatos crecen porque era obligación estar afiliado. Eso hizo que las mutuales de los sindicatos se convirtieran en lo que son hoy, grandes obras sociales. El modelo de las mutualidades es el sistema alemán. Sin querer, Perón armó dos sistemas de salud. En los 60 aparecieron las prepagas con un esquema americano, y en los 90 se inventó la derivación de aportes, que es un sistema argentino. Entonces, hoy tenemos cuatro sistemas conviviendo: es muy difícil salir de esto”.
“Dentro del sistema gratuito de salud a nivel mundial, sobresalen Canadá, Inglaterra y España. Son de buena calidad y se financian a través de rentas generales. Pero hay lista de espera. Si usted tiene que operarse de la cadera, que no es más importante que una operación cardiovascular, usted tiene que esperar. En estos países hay gente que se muere mientras está en la lista de espera. Un sistema con altísima tecnología y rapidez es el de Estados Unidos, pero hay que tener plata para pagar ese nivel de atención”.
“Si usted quiere un sistema con varias opciones y en última instancia saber que alguien lo va a atender, ése es el argentino, donde uno puede pagar una obra social y una prepaga pero si no lo atiende ninguna de las dos puede ir al hospital público, que es gratis y si tiene un amigo lo pueden atender primero. El sistema argentino está desorganizado, le falta plata, pero la gente recibe atención aunque no estamos tan seguros de que esa atención sea de calidad”.