Marcelo Fernández
Hoy es 16 de marzo y el programa «Con sentido común» cumple 25 años al aire. Siempre vinculado con CNN, antes como Fisherton CNN, ahora como CNN Radio Rosario. Es un montón. No sé cuántos programas en esta ciudad, diarios, de economía, de política, de deportes, de espectáculos, de interés general, llevan 25 años al aire. Deben ser muy poquitos, si es que hay alguno. Así que eso ya es un logro, indudablemente.
¿Qué cambió en 25 años? ¿Estamos mejor? ¿Estamos peor? Cuando «Con sentido común» salió al aire por primera vez, el 16 de marzo de 1998, el mundo y la Argentina eran otra cosa, por supuesto. Sólo basta considerar que en 1998 nació Google… Ya con eso está todo dicho; o sea, “antes y después de Google”. Es indudable que el mundo a partir de ese año cambió definitivamente. El mundo fue para un lado, la Argentina para otro; pero ese único dato, el de Google, ya es un indicativo de cómo cambiaron las cosas en un cuarto de siglo.
No voy a hablar de indicadores, de pobreza, de inflación. Pero el balance de estos 25 años no parece ser muy positivo para la Argentina. ¿Por qué? Porque las funciones del Estado se han ido deteriorando de tal manera que hoy no cumple satisfactoriamente ninguna. Ni las esenciales ni las no esenciales. Dentro de las esenciales, mencionamos la seguridad, la justicia, la educación y la salud. La política exterior, una calamidad; las leyes y las regulaciones económicas, un desastre, peor que antes.
Y de lo no esencial ni hablemos: no hace falta ni mencionar la calidad de los servicios de agua y energía; los aviones… Ahora, el punto más grave en estos 25 años, haciendo un pequeño racconto, es que la política se ha deteriorado mucho. Inicialmente, quien se metía en política era para tratar de hacerle mejor la vida a los demás, es decir, por el bien común. Eso fue al principio.
Después empezó a ser un negocio que estaba alineado con los intereses de la gente. Los políticos hacían su negocio pero iban para el mismo lado que la ciudadanía necesitaba que fueran, solucionando algunos problemas. Pero hoy el negocio de la política se ha desalineado de los intereses del bien común, y ha ocurrido de tal manera que lo que le conviene al ciudadano no le conviene a la política. Dicho de otra forma: a la gente le conviene que se arreglen los problemas, que se arregle la seguridad, que se arregle la economía, que se arregle la justicia. A los políticos, en cambio, no les conviene meterse en problemas y generar cambios que puedan molestar a alguien porque no lo van a elegir. Entonces, se desalinean, empiezan a hacer cualquier cosa con tal de engañar y mantenerse en el negocio y en el queso. Así, la gente va por un lado y la política por el otro con altísimos grados de inmoralidad y corrupción. Eso es lo más grave, es el deterioro más profundo que he notado en todos estos años.
Esencialmente hay un Estado totalmente inútil que no soluciona ningún problema. Se ha vuelto gordo, grande, pesado, cada vez más costoso e ineficiente en todas sus funciones. Y la solución, que tendría que venir de la política, se ha deteriorado de tal manera que hoy los políticos tienen todos sus intereses principales, sus negocios. La política es un negocio desalineado de los temas de la gente. Hay un incentivo inverso: lo que tendría que ser útil para la ciudadanía no es útil para el político. Y ahí es donde tenemos el principal problema.