El goteo informativo incesante sobre la violencia que azota a Rosario comenzó a generar signos de deterioro en la imagen de la ciudad. Eso se tradujo este último fin de semana largo, el de Semana Santa, en hoteles con poca ocupación y restaurantes que apenas acusaron recibo de la presencia de visitantes. El silencio oficial refuerza el doloroso panorama: ni la Municipalidad ni la provincia emitieron informes con números sobre el balance turístico, tal como se acostumbraba desde los tiempos en que Rosario era la mejor ciudad para vivir y para visitar. Tampoco lo hicieron desde la Asociación de Empresarios Hoteleros y Gastronómicos, siempre atentos a los indicadores que marcan el pulso de su actividad.
La provincia maquilló el demacrado movimiento del fin de semana largo con un informe liviano, en el que entreveró a Rosario con la buena cosecha que registraron la capital provincial (“90 por ciento de ocupación hotelera”), Reconquista (“90 por ciento de ocupación”), Melincué (“85 por ciento”) y Gaboto (“picos del 100 por ciento”). Intentaron levantar el ánimo describiendo las bondades y los servicios turísticos que ofrece Rosario, pero sin un solo dato.
Desde donde sí aportaron números y descripciones sobre lo que se vivió en Semana Santa fue de la Cámara Argentina de Hostels. El titular de la filial local, Gabriel Zysman, le puso palabras muy crudas a la realidad. “En Semana Santa de otros años, unos 30 días antes ya teníamos reservas completas; los últimos 15 días nos dedicábamos a rechazar pedidos y derivar turistas a otros colegas. Esta vez la mitad de los hostels tuvieron disponibilidad, incluso sin tocar tarifas”, aseguró.
Zysman relativizó que a nivel nacional haya habido una merma de la actividad turística con respecto a otros años. “Es posible que haya bajado un poco, pero lo cierto es que el turista ahora elige otros destinos y en la mayoría de los lugares trabajaron muy bien. Córdoba explotó… la ruta estaba intransitable. En cambio a Rosario no llegó la gente”, sostuvo.
Luego, para graficar el impacto negativo que tiene la violencia urbana sobre la imagen de la ciudad, contó: “Siempre hemos recibido turistas de lugares del mundo donde están acostumbrados a vivir situaciones de violencia, pero ahora ya no eligen Rosario. Prefieren irse a hacer turismo a las favelas de Río de Janeiro. Hasta ese público dejó de venir”.
Y enseguida relató otra de las situaciones con las que lidian de manera cotidiana: “Gente de otras provincias que necesitan venir sí o sí a Rosario preguntan mucho por la seguridad, y tenemos que dedicarles varios minutos para explicarles que esto no es tierra de nadie o que van a salir a la calle y les va a pasar una bala delante de su nariz. Con todo lo que se dice y se muestra, la gente de otros lugares está asustada. Vienen a Rosario por descarte o por necesidad”.
Por último, Zysman recordó con nostalgia la ciudad no tan lejana que quedó enterrada bajo la montaña de muertos y sangre de los últimos años: “Rosario era la mejor ciudad para vivir y nos llenábamos el pecho. Hoy la situación es compleja”.